En nuestro trabajo pedagógico siempre desarrollamos distintos tipos de evaluaciones, destacando sin duda alguna la evaluación formativa y la evaluación sumativa.
Ambas son importantes pero particularmente considero que mayor relevancia posee la evaluación formativa porque en ella podemos percatarnos de las habilidades, destrezas y deficiencias que poseen nuestros estudiantes. Si observamos excelentes habilidades en ellos, felicitarlos y ayudarlos a mejorar aún más lo que hasta el momento están logrando. Si es todo lo contrario, corregirlos, ayudarlos a superar esas deficiencias y hacerles comprender que poco a poco van a mejorar.
¡Qué fundamental es la evaluación formativa! Decir lo contrario sería un grave error. En la evaluación formativa tendremos la base para ir midiendo poco a poco el avance de los estudiantes, con la evaluación formativa lograremos que los alumnos alcancen lo que nos hemos propuesto para ellos y podemos buscar nuevas estrategias para hacer crecer más a nuestros pupilos o talvez para rectificar el trabajo que estamos haciendo.
Si nosotros, los docentes, trabajamos adecuadamente la evaluación formativa lograremos que los estudiantes obtengan resultados satisfactorios en su evaluación sumativa.
Para mi la evaluación sumativa es el punto culminante del complejo proceso de la evaluación y no es tan trascendental como la formativa. La evaluación sumativa es sólo un número frío que no refleja todas las experiencias, habilidades y conocimientos que han alcanzado los jóvenes. Por esta razón me reafirmo en mi tesis inicial: la evaluación formativa tiene mayor relevancia que la sumativa.
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